La fiesta mariana que da inicio a las celebraciones navideñas guarda una historia de debates teológicos, disputas políticas y una influencia decisiva en el celeste y blanco argentino.
Fe, Navidad y celeste y blanco: la historia detrás del 8 de diciembre
Cada 8 de diciembre, millones de fieles en Argentina se reúnen para celebrar el Día de la Inmaculada Concepción, una fecha que marca el inicio espiritual de la Navidad, con misas, peregrinaciones, armado del arbolito y del pesebre en familia. Pero detrás de esta tradición, que hoy se vive como un feriado clave del calendario argentino, hay una trama que mezcla debates teológicos, decisiones de papas y reyes, y hasta el origen simbólico de los colores de la bandera argentina.
La Inmaculada Concepción no alude al nacimiento virginal de Jesús, sino al momento en que María fue concebida sin pecado original en el vientre de Santa Ana. Es, como explican los teólogos, el “comienzo del comienzo” de la historia cristiana: la preparación del linaje humano para que Dios entrara en la historia a través de una mujer.
Durante siglos, esta creencia fue motivo de fuertes polémicas dentro de la Iglesia. Hubo papas, como Juan XXII, que llegaron a restringir y hasta prohibir la predicación a favor de la Inmaculada, mientras órdenes religiosas se dividían entre quienes defendían que María había sido preservada del pecado y quienes sostenían que todos los seres humanos debían ser redimidos del mismo modo.
Con el tiempo, la devoción ganó peso político y cultural, especialmente en España, donde la Inmaculada se volvió un signo de identidad frente al protestantismo y un motivo de orgullo nacional. Los reyes borbones impulsaron con fuerza esta advocación y promovieron una iconografía muy particular: una Virgen vestida de blanco y celeste, colores asociados a la Casa de Borbón y convertidos en sello visual de esa devoción.
Esa estética mariana viajó en barcos, pinturas, estandartes y esculturas hacia América. En el Virreinato del Río de la Plata, la Inmaculada se consolidó como patrona de ciudades, protagonista de procesiones y figura central de fiestas populares. El celeste y blanco de sus mantos fue ganando lugar en iglesias, cofradías y celebraciones hasta quedar grabado en la memoria colectiva de los pueblos.
Cuando Manuel Belgrano adoptó esos colores para la escarapela y la bandera en 1812, no lo hizo en un vacío cultural: el celeste y blanco ya estaban profundamente arraigados en el imaginario rioplatense, asociados tanto a la devoción mariana como a una sensibilidad compartida entre Europa y América. Así, la estética religiosa se transformó en símbolo patrio, y la historia de la Inmaculada quedó para siempre ligada al nacimiento simbólico de la Nación.
El 8 de diciembre como inicio de la Navidad
En buena parte de América Latina, y especialmente en Argentina, el 8 de diciembre se vive como el punto de partida de las “festividades decembrinas”. Es el día en que muchas familias arman el árbol de Navidad, colocan el pesebre, encienden las primeras luces y comienzan las novenas y celebraciones comunitarias.
Para algunos, se trata sobre todo de una solemnidad religiosa; para otros, es el comienzo de la temporada navideña, más allá de la fe. Sin embargo, la fecha mantiene un peso social enorme: combina tradición familiar, identidad cultural y una memoria que atraviesa generaciones.
En 1854, el papa Pío IX dio el paso definitivo al proclamar oficialmente el dogma de la Inmaculada Concepción, confirmando como verdad de fe lo que durante siglos ya se vivía en la religiosidad popular. Para entonces, en América las procesiones, las misas y las fiestas en torno al 8 de diciembre estaban plenamente instaladas, y los colores celeste y blanco ya se habían convertido en símbolo nacional.
Hoy, cada vez que se acerca el 8 de diciembre y el país se prepara para “el día del arbolito”, se reactiva una historia que conecta fe, costumbres, arte barroco, monarquías europeas, luchas teológicas y la creación de la bandera argentina. Incluso quienes no participan activamente de la vida religiosa reconocen que este feriado marca, año tras año, el momento en que Argentina se pone en modo Navidad.




