La Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus asociados reconocen que la epilepsia es un importante problema de salud pública. Desde la creación de una iniciativa en 1997, la OMS, la Liga Internacional contra la Epilepsia y la Oficina Internacional para la Epilepsia llevan a cabo una campaña mundial con el lema «salir de la sombra», cuyo objetivo es proporcionar mejor información y mayor sensibilización sobre la epilepsia, y reforzar los esfuerzos públicos y privados por mejorar la atención y reducir el impacto de la enfermedad.
Concretamente, la epilepsia es una enfermedad caracterizada por la tendencia a sufrir convulsiones recurrentes –contracciones musculares bruscas y, por lo general, violentas, causadas por una descarga eléctrica anormal de las neuronas cerebrales–. La intensidad y duración de las convulsiones varían según la zona del cerebro donde se localice la descarga, y pueden afectar a diversas partes del cuerpo. Según la OMS, alrededor de 50 millones de personas en todo el mundo la padecen.
Conocida también como la más común de las enfermedades neurológicas graves, es necesario distinguir entre una crisis aislada y la patología cerebral crónica que se caracteriza por convulsiones recurrentes a consecuencia de una descarga eléctrica excesiva de las neuronas.
La epilepsia puede afectar a niños y adultos, tanto hombres como mujeres. En la mayoría de los casos se desconocen las causas, pero es importar descartar a aquellas conocidas como epilepsia secundaria, como daño cerebral por lesiones pre o perinatal, traumatismo de cráneo, ataques cerebrovasculares, infecciones y tumores.
Sin embargo, como recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un único ataque no es una señal de epilepsia –de hecho, más del 10% de la población de todo el mundo presentará un ataque a lo largo de su vida–; así, la epilepsia se define como dos o más crisis no provocadas”.