Una multitud avanza lentamente por la nave central de la Basílica de San Pedro para despedirse del Papa Francisco. El cuerpo del Pontífice fue trasladado desde la Casa Santa Marta en la mañana del miércoles y reposa en un féretro abierto.
Personas de todas las edades y nacionalidades se reúnen en un ambiente de profundo silencio y recogimiento. Algunos permanecen arrodillados en oración, otros repasan las cuentas del rosario entre lágrimas. Una niña observa el rostro de Francisco en brazos de su padre, mientras ancianos y personas con discapacidad son guiados por los gendarmes hasta el lugar.
Francesco, un ciudadano romano de origen apuliano, expresó conmovido: “Tenía el deber de venir a despedirme de un Papa que me enseñó la misericordia. Eso me marcó. Siempre defendió la paz y a los migrantes. Ojalá su mensaje sea escuchado ahora”.
Desde Rumanía, el teólogo ortodoxo Marius Krishan llegó en peregrinación. “El Papa Francisco fue clave en el diálogo ecuménico. Para nosotros tuvo un valor enorme. Beatificó a mártires rumanos y tuvo gestos únicos con nuestra Iglesia”, relató.
Miriam, una joven de 14 años, contó que solo conoció a Francisco como Papa. “Sentí que se cerró una etapa. Lo que más me impactó fue su sonrisa constante, incluso cuando estaba enfermo”.
Annamaria Capasso, napolitana que vive en Roma desde 2013, destacó su humildad. “Sus palabras, aunque duras a veces, se sentían más cercanas por la pureza con la que hablaba. Siempre recordaré cuando abrazó a una persona frágil. Me conmovió profundamente”.
Francisco, el Papa de la misericordia, deja una huella imborrable en millones de corazones alrededor del mundo.