La cámara del sector advierte que la avalancha de productos de China, el avance del comercio online y el cambio de hábitos de las familias ponen en riesgo fábricas, empleos y comercios tradicionales en todo el país.
Crisis de la industria del juguete en plena temporada navideña
La industria del juguete argentino atraviesa uno de sus momentos más delicados justo en el mes de las Fiestas, cuando históricamente se concentra buena parte de las ventas del año. Desde la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ) alertan por una combinación explosiva: importaciones récord, consumo en baja, contrabando y un fuerte cambio en los hábitos de compra de las familias.
Según el sector, en los primeros diez meses del año ingresaron al país USD 91,3 millones en juguetes –unos 17,5 millones de kilos–, con subas interanuales del 59,5% en valor y 94% en volumen. La situación es aún más crítica porque China concentra cerca del 95% del volumen importado, lo que deja a la producción nacional prácticamente sin margen para competir en precios.
Si se suman juegos de mesa, productos para aire libre y artículos de fiesta, el total supera los 28 millones de kilos, por lo que 2025 se perfila como el año con más importaciones de juguetes en dos décadas, incluso por encima del récord de 2018. Mientras tanto, el consumo interno se mantiene en franco descenso, tanto en comercios de barrio como en cadenas y supermercados.
Importadores en alza, ventas en baja
El presidente de la CAIJ, Matías Furió, remarcó que la importación se volvió un negocio masivo. En solo un año, la cantidad de empresas que traen juguetes del exterior pasó de 199 a 530 operadores, con casi 340 nuevos jugadores en el mercado. Todo esto en un contexto en el que la demanda no crece y el poder de compra de las familias sigue muy golpeado.
A esta situación se le suma la superposición de stock: muchas compañías –nacionales y extranjeras– compraron grandes volúmenes cuando el dólar oficial estaba más bajo, y hoy necesitan liquidar mercadería. El resultado es una sobreoferta que derrumba márgenes, distorsiona los precios de referencia y genera una guerra de descuentos que perjudica tanto a las fábricas locales como a los propios importadores.
La cámara denuncia una desventaja estructural frente al gigante asiático. En China, los costos laborales, ambientales y energéticos son mucho más bajos, y las empresas cuentan con incentivos a la exportación. En la práctica, esto se traduce en una competencia desleal: para intentar igualar precios, las firmas argentinas deberían resignar calidad o sustentabilidad, algo que el sector considera inviable.
Menos chicos, más pantallas
La crisis del juguete no se explica solo por la macroeconomía. El comunicado también marca un cambio profundo en la estructura demográfica y en las formas de jugar. Desde 2015, la tasa de fecundidad en Argentina cayó de 2,4 a 1,4 hijos por mujer, una baja del 42% que reduce la cantidad de niños y niñas en edad de recibir juguetes.
De acuerdo con estimaciones basadas en datos del Indec, la población de 0 a 14 años pasó de algo más de 10 millones en 2022 a unos 9,5 millones proyectados para 2025, con una curva descendente que se prolongaría al menos hasta 2040. Menos chicos significa también menor demanda potencial para el sector.
Al mismo tiempo, crece la exposición temprana a dispositivos digitales: celulares, tablets, consolas y plataformas de streaming compiten directamente con los juguetes físicos. Para la CAIJ, esto se traduce en que los chicos destinan menos tiempo al juego tradicional y más horas a las pantallas, un fenómeno que atraviesa a las familias de todo el país.
Golpe a las jugueterías y auge del comercio online
En términos comerciales, las jugueterías de cercanía, las cadenas y los supermercados no logran recuperar los niveles de ventas previos. El canal de e-commerce avanza, pero todavía representa solo el 25% de la facturación del sector, y no todas las PyMEs pueden subirse a esa ola.
Las empresas más chicas enfrentan costos logísticos, financieros y de marketing digital que muchas veces superan su estructura. Al mismo tiempo crecen las compras puerta a puerta y el uso de plataformas extranjeras, lo que alimenta una competencia desigual con el comercio formal.
Contrabando y juguetes inseguros
Otro factor que inquieta al sector es el contrabando, que podría representar alrededor del 30% del mercado. La CAIJ reporta casos de polirrubros y bazares que organizan viajes periódicos a zonas limítrofes para abastecerse de mercadería sin control aduanero.
Este circuito informal no solo evade impuestos, sino que también incrementa los riesgos para la seguridad de las familias. Muchos de esos juguetes no cumplen normas básicas, carecen de certificación y, en algunos casos, en países de la región se detectó la presencia de metales pesados y sustancias prohibidas. La cámara advierte que es urgente reforzar los controles fronterizos y garantizar la trazabilidad a lo largo de toda la cadena comercial.
Fábricas al límite y comercios históricos que bajan la persiana
En las plantas nacionales, la foto también es preocupante. Según Furió, “la industria tiene 6 de cada 10 máquinas paradas sin producir”, con fábricas que recurren a créditos no para invertir, sino para pagar sueldos y gastos básicos. La caída de aranceles –que se redujeron alrededor de un 15%– no se tradujo en una baja de precios para el consumidor: pese al recorte impositivo, los juguetes importados no se abarataron en góndola.
El deterioro ya se ve en el mapa comercial: en las últimas semanas cerraron locales emblemáticos como Rossier en Escobar, con casi 40 años de historia; Halago’s en Quilmes y Lilián en Trelew, que llevaba medio siglo en actividad. Para la cámara, el temor más grande es que se rompa el ecosistema nacional de jugueterías y que, en el extremo, desaparezca buena parte de la producción local.




