La historia de Betty Argañaraz conmocionó a la provincia en 2006. Docente comprometida y elegida para dirigir el colegio San Francisco, desapareció el mismo día en que debía asumir. Sus compañeras de trabajo, Susana Acosta y Nélida Fernández, la invitaron a su domicilio con la excusa de colaborar con la organización de una despedida institucional. Pero Betty nunca llegó al colegio.
“La hipótesis de la Justicia es clara: fue la ambición al poder lo que motivó el crimen. El odio por no soportar que otra persona dirigiera el colegio”, relató con dolor su hermana Liliana Argañaraz, en una entrevista televisiva exclusiva en Tucumán con Todo por América Tucumán con el periodista Germán Valdez, quien accedió a una entrevista exclusiva. Asegura que Susana Acosta aspiraba al cargo y que durante la investigación se hallaron elementos que apuntaban a sus intenciones de reemplazar a Betty.
Hoy, el foco vuelve a posarse sobre el caso debido a la revocatoria de la libertad condicional de Nélida Fernández, una de las condenadas. “Venimos denunciando hace tiempo que estaba violando una de las condiciones: el domicilio de monitoreo. Vivía en El Cadillal, cuando debía residir en otro lugar. La jueza Escobar, finalmente, reconoció la violación y ordenó que vuelva a cumplir su condena en el penal”, explicó.
Pero más allá del cumplimiento de la pena, lo que desvela a la familia es el olvido institucional. Desde la jubilación de la fiscal Adriana Giannoni, afirman que no existe una fiscalía donde canalizar el reclamo. “No hay nadie en la Justicia que esté buscando a Betty. Nadie. Solo se discuten beneficios para las condenadas, no se habla de su paradero.”
A pesar del abandono judicial, una nueva esperanza surgió de la mano de Leticia Risco, experta en desaparición de personas del Ministerio de Seguridad de la Nación, quien tomó contacto con la familia tras una nota publicada el pasado 8 de marzo. “Ella se comprometió a gestionar con el Ministerio Público Fiscal y retomar el camino para encontrar a mi hermana”, sostuvo el entrevistado.
El dolor de estos años no ha sido solo simbólico. En 2016, tras oponerse a pedidos de salidas transitorias, la familia sufrió un atentado en su casa: dos bombas molotov incendiaron el frente de la vivienda y un vehículo. “Fue un mensaje. Pero la causa quedó en ‘autores desconocidos’. Nadie investigó.”
“Con mi madre pudimos hacer el duelo. Pero con Betty no. Son casi 19 años de búsqueda. Lo único que queremos es recuperarla. Suplicamos que digan dónde la dejaron”, expresó entre lágrimas. “Soñamos con el encuentro. Aunque cada mañana, al despertar, la realidad nos golpea otra vez.”
La familia Argarañaz no se rinde. No exige justicia, la implora. No reclama castigo, ruega por la verdad. Porque en este país donde las causas duermen en estantes polvorientos, el amor de unos hermanos se niega a rendirse. Y aún en medio del olvido, sigue latiendo el grito más humano de todos: ¿dónde está Betty?
Te dejamos la entrevista completa: